El chocolate caliente puede ser tan simple o tan especial como quieras. La clave está en los pequeños detalles: toppings, presentación y combinaciones suaves.
Una opción clásica es el chocolate caliente tradicional, preparado con cacao en polvo, leche y un toque de vainilla. Añadir crema batida y chispas de chocolate lo convierte en un básico irresistible.
Para algo más aesthetic, el chocolate blanco caliente con leche espumada y un poco de canela es ideal. Su color claro se ve precioso en tazas neutras.
Otra versión muy popular es el chocolate caliente con menta, perfecto para un toque navideño. Basta con agregar unas gotas de esencia de menta o un bastón de caramelo.
Si buscas algo diferente, el chocolate caliente con caramelo salado combina dulzura y profundidad de sabor, y se ve increíble con crema batida y un chorrito de caramelo encima.
A veces, el mejor plan es sencillo: una bebida caliente, una manta y un momento para disfrutar sin prisa.
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