Mi primer amor

Mi primer amor

Chek la historia que ganó el primer lugar en el concurso de ¡Hazle al cuento!

En una vieja casa de madera ubicada muy a las afueras de la ciudad se encontraba una ancianita. Vestía un camisón rosa y estaba sentada en un viejo sofá cuyo estampado a cuadros apenas era visible.

Le hacía compañía una anciana igualmente vestida de rosa y sentada también en un sofá que era idéntico. Estaban embelesadas en su pasatiempo favorito de todos los días: discutir. Peleaban siempre por todo, desde el color de las cortinas hasta por lo que vestirían ese día.

Mientras ambas estaban discutiendo como siempre, llamaron a la puerta de la casa, pero antes de que ninguna de las dos pensara siquiera en levantarse a abrir, se escucharon unos pasos veloces que bajaban por la escalera. Era su nieta, Aurora, quien bajó corriendo y pasó como un rayo frente a la puerta de la habitación en dirección a la puerta de la entrada.

Se escuchó la voz de un chico a través del pasillo y luego risas por parte de la niña. Casi de inmediato, Aurora entró en el cuarto donde estaban las ancianas y dijo:
-Voy a salir, regreso en la tarde.
-¿Pero no vas a comer nada? -preguntaron las dos mujeres al unísono. -Al rato -dijo ella mientras veía su reflejo en la ventana y se arreglaba el cabello-. ¡Nos vemos!

Salió corriendo de la habitación y se escuchó como cerraba la puerta de la entrada con un portazo.

-¿Pero qué le pasa a esta niña? -comentó la anciana que estaba sentada a la izquierda-. Parece que está enferma, no quiere comer. ¡Tendremos que visitar a un médico!
-No exageres. Mi nieta no tiene otra enfermedad que no sea la del amor, y todavía no sé de ningún médico que pueda curar eso -comentó la anciana sentada a la derecha.
-¿El amor? ¿Pero qué sandeces estás diciendo? ¡La niña tiene 13 años!
-Pues yo tuve mi primer amor cuando apenas tenía un año más que ella. ¡Todavía recuerdo lo bonito que fue! -la anciana de la derecha sonrió al recordar viejos tiempos.
-¡Bah! Pamplinas, el primer amor es peligroso, ¡casi peor que una enfermedad! ¿Acaso no recuerdas cómo terminé sufriendo después de mi primer amor? Pero no hay que preocuparnos, no creo que sea eso lo que le pasa a mi nietecita.
-Pero si todos los síntomas son claros -dijo la anciana de la derecha mientras sonreía-. Fíjate: la niña sale corriendo en cuanto el muchachito de al lado llama a la puerta y no regresa hasta que se lo pedimos, ya muy entrada la tarde.
-Bueno, es normal que la niña tenga amigos, eso no tiene nada de extraño -comentó sabiamente (o eso pensaba ella) la anciana de la izquierda.
-También -continuó la de la derecha como si la otra mujer no hubiera hablado- está el hecho de que no tiene hambre, ¡y no te atrevas a decir que es porque está enferma! Además, en las noches no logra conciliar el sueño tan rápido como cuando era pequeña, y cuando no está afuera con ese muchachito, se la pasa asomada a la ventana y suspirando por los rincones.
-¡Ya ves, ya ves! Te digo que está enferma -insistió la mujer de la izquierda.
-¡Que no! -gritó la anciana de la derecha y frunció el ceño, lo que añadía a su rostro una cuantas arrugas más-. ¿Qué me dices de que de un tiempo para acá se preocupa mucho más por su aspecto? ¿O de los días en que regresa de sus paseos con ese niño con una sonrisa tan grande que sólo puede compararse con la que ponía de pequeña al ver sus regalos el día de Navidad? ¿O de aquellos otros días en los que regresa llorando y se encierra en su habitación gritando no sé qué cosas sobre mudarse, y aun así, al día siguiente, cuando llaman a la puerta, ella baja las escaleras a la misma velocidad que el día anterior? ¡Está más claro que el agua lo que pasa aquí! ¡Mi nieta se ha encontrado con el primer amor! ¡Qué dicha!
-¡Estás loca! -ahora quien fruncía el arrugado ceño era la anciana de la izquierda?. Si de verdad estás en lo correcto y nuestra nieta se ha enamorado, lo último que debes sentir es felicidad. Pobrecita Aurora, tan joven que es, ¡qué terrible, qué terrible!
-¿Cómo puedes hablar así del primer amor de mi nieta? ¿Qué tiene de terrible?
-Pues es evidente: se trata de su primer amor, eso debería explicarlo todo. El primer amor es destructivo, inevitablemente te lastima puesto que te entregas por completo a la otra persona debido a que nunca te han lastimado antes. Crees que va a durar para siempre, pero cuando termina te destruye por completo. Tú y yo sufrimos como nunca con nuestro primer amor, ¡no puedes negarlo!
-Digas lo que digas no me harás cambiar de opinión. Lo que le pasa a mi nieta es de las cosas más bonitas que va a vivir. Ojalá y todos los amores posteriores fueran como el primero ?a la anciana de la derecha le brillaron los ojos al decir esto.
-¡Eres una vieja necia! Vivimos un amor como el primero sólo una vez en la vida precisamente por eso: porque no se puede sobrevivir a un amor así más de una vez. ¡Imagínate, sufrir como la primera vez una y otra vez! ¡Moriríamos!
-Ah, pero qué muerte más dulce, ¿verdad? -dijo pícaramente la anciana de la derecha.
-Eres incorregible. El amor duele y el primero ¡duele más aún! -la anciana de la izquierda no pensaba ceder.
-Mira -dijo la anciana de la derecha con infinita paciencia-, tienes razón, sé que el primer amor duele y duele mucho. Sé que uno piensa que es eterno y casi nunca es así. Pero dime, ¿aún te duele tu primer amor?
-No, pero ¡es que ha transcurrido más de medio siglo desde que pasó!
-Pero aún te acuerdas de los momentos bonitos, ¿verdad?

La anciana de la izquierda se quedó en silencio. Por supuesto que se acordaba de los momentos bonitos.

-En resumidas cuentas -continuó hablando la anciana de la derecha- puede que te lastimen y puede que sufras, pero al final lo único que te queda son los recuerdos. El dolor se va en algún momento, aunque tome mucho tiempo, siempre termina yéndose. Pero los recuerdos, eso sí se quedan contigo.

Antes de que la anciana de la izquierda pudiera replicar cualquier cosa, se abrió la puerta y entró Aurora tomada de la mano de un chico. Una vez en la habitación, la niña, muy consternada, preguntó:
-Ay abuela, ¿otra vez hablando sola?

Jimena Araceli García García
Edad: 14 años
México, DF.

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