No se lo deseo ni a mi peor enemiga.
Cuando mi mamá llegó a casa, me pidió que le ayudara a guardar unas cosas. Las cargué, pero eran tantas bolsas que me caí con todas. Unas señoras que estaban cerca me ofrecieron ayuda para levantarme, y al mirar a mi alrededor, ¡la gente se estaba burlando de mí! Pero eso no fue todo, un niño nefasto me dijo: "¡Pobrecita, está aprendiendo a caminar!”. Ay, una situación realmente vergonzosa.
Anónimo.